Este es otro que da para una pequeña, o extensa, novela. Por ahora, conformémonos con este trailer dividido en seis partes.
Augusto Z era el padre de Juan Z.
Conocí a Juan Z a través de Germán P, un amigo mío de esa época. Aunque como amigo dejaba mucho que desear. Si alguna vez escribo «Gente idiota y abusiva que he conocido», les hablaré sobre Germán P. Por ahora, baste saber que Germán P y yo habíamos sido compañeros dos años de la secundaria, y que Germán P y Juan Z se conocieron paseando perros.
Al tiempo, yo comencé a pasear perros también y hacíamos parte de nuestro recorrido los tres juntos. Así conocí a Juan Z, hijo de Augusto Z.
Juan Z tenía un sentido del humor entre naíf, surrealista, negro y escatológico que hizo que congeniáramos en seguida. Conversar con él era como protagonizar un sketch de Cha cha cha. De hecho, en una época grabábamos pelotudeces que decíamos en cassettes, simulacros de programas radiales, uno de los cuales aún conservo. Con él y con un amigo suyo psicótico —diagnosticado así por psiquiatra— que creía que hablaba con el espíritu de su abuelo.
Como Germán P era un tipo denigrante y abusivo, los dos —Juan Z y yo— terminamos alejándonos de él y haciendo rancho aparte, como quien dice.
El problema es que a los perros se los pasea por la calle y era difícil no encontrarlo a Germán P en alguna parte de nuestro recorrido. Y como nosotros no teníamos carácter suficiente como para decirle que ya no lo soportábamos, este sujeto indeseable se nos prendía parte del paseo.
Esa mañana, Germán P me había interceptado a mí solo y, no sé cómo, terminamos hablando de energías metafísicas.
Como yo soy demasiado escéptico como para negar la posibilidad de nada, como siempre digo, mantenía una postura neutral al respecto: abierta pero moderada.
Como él era idiota, mantenía una postura estúpida.
—¡¿Cómo energía?! ¡¿Y dónde la tenés?! ¡¿Te ponés una pila como el conejito de Duracell?!
Y se reía.
Para quien le interese, Javier, el personaje de mi novela —Olarticoncha o La imposibilidad de contacto—, el pibe ese que confecciona una planillita para registrar los furcios de sus compañeros, está basado en este mamarracho. Los que no están siguiendo la novela, si les despierta curiosidad, pueden leer fuera de su contexto original el capítulo 13. Así completo un poco este escrache.
Bueno… ¿Dónde habíamos dejado?
El infradotado de Germán P —no, no soy resentido, señora—, Augusto Z, las energías…
Ah, sí:
—¡¿Te ponés una pila como el conejito de Duracell?! —dijo él, y se rió.
—Boludo, todo tiene energía —dije yo—. ¿Con qué te pensás que caminás, movés el brazo…
… y la lengua para hablar pelotudeces?, completé desde el interior de mi cabeza. Porque yo era un adolescente cobarde y débil de carácter. Todavía no había pasado por la experiencia iniciática de operarme la pija.
—¡Pero esa energía está en los nervios, en el cerebro, boludo!
—¿Y? ¿Qué hay con eso?
—¡Que no se la podés pasar o sacar a otra persona! ¡Eso es magia! ¡Como eso que leés vos! ¿Cómo se llama? ¿El hombre de los anillos?
—¿Y cómo sabés que no se la podés pasar o quitar a otra persona? No se puede demostrar eso ni lo contrario.
—¡Andá!… ¡Esas son boludeces de las que cree tu vieja! ¡La astronomía, las cartas para adivinar!…
—Astrología…
En ese punto de la conversación nos cruzamos con Juan Z.
—Hola…
—Hola.
—¿Qué hacés, Juancito? ¿Tenés pilas?
—¿Eh? No… ¿Para qué voy a traer pilas al paseo? No vengo con el walkman…
—¡Para la energía, boludo! —dijo Germán P—. ¡Para mover los brazos, las piernas!
Juan Z puso cara de sorpresa. Me pareció notar algo raro en su expresión. Me pareció que había algo más que no entender lo que decía Germán P. Estaba serio y eso no era habitual en él.
—¡Contale, Guille! —siguió acicateándome Germán P—. ¡Lo de los rayos de energía! ¡¿Los tirás por los ojos como Superman?!
Me mordí el labio inferior y meneé la cabeza.
Germán P se puso a jugar con uno de sus perros.
—¡¿Vos dónde tenés las pilas, Noel?! ¡¿En el culito?!
Y se reía solo.
—¿De qué hablaban? —me preguntó Juan Z.
—De nada… —dije yo, a esta altura medio malhumorado—. De energías metafísicas. Yoga, chakras, imposición de manos, cosas así… Yo tampoco termino de creer en todo eso… Pero tampoco podés probar que no exista. Y yo decía que es innegable que el cuerpo se mueve por energías.
Juan Z no dijo una palabra. Otra vez algo extraño, huidizo, en la mirada.
Germán P se puso a jugar con otro de sus perros.
—¡Vení que te paso energía, Tucho!
Es curioso como los mas pelotudos siempre se creen los mas vivos. Germán P y la que lo parió (?
ResponderEliminarAcá me quedo esperando...lo que sigue?
ResponderEliminarIntriga, intriga..
ResponderEliminarAdhiero al primer comentario. Y yo también sigo esperando la segunda parte. Y también te mando un abrazo che!
ResponderEliminarEl conejito de Duracel, Cha cha cha, casettes,walkman… ¡qué época!
ResponderEliminar¿Cómo sigue!?
El pato Bonavides: Germán P y la concha de su madre.
ResponderEliminarSaludos y gracias por pasar.
Karina: Esperaste y ya podés leer la segunda parte.
Ariadna: Lea la segunda parte y siga intrigada.
Gabba: Ok. Germán P y la concha de su hermana.
Ya está disponible la segunda parte.
Podés descargarla GRATIS.
Y ya está disponible un abrazo de mi parte.
Podés ponértelo GRATIS.
Lunática: Tú eras una niñita. ¿Qué puedes saber de esas cosas?
Ya está disponible la segunda parte.
Y ya la leíste.