lunes, 3 de noviembre de 2014

PALABRA DE DIOS: ESTER

Dedicado a Dan.
Segundo Libro de los Reyes, capítulo 18 al 25.
Ester, capítulo 1 al 3.


Repasemos.

Muerto Salomón, sobrevienen conflictos intestinos en Israel que desembocan en la división del reino.

La tribu de Judá permanece fiel a Roboam, hijo de Salomón, que se establece en el sur del país. Este estado es llamado Reino de Judá o Reino del Sur.

Las otras once tribus toman como rey a Jeroboam y se establecen en el norte. Este estado es llamado Reino de Israel o Reino del Norte.

Salvo algunas excepciones, los monarcas que se van sucediendo, en ambos reinos, hacen lo que es malo a los ojos de Jehová: permiten que el pueblo fornique y adore a otros dioses. Como castigo por esto, Jehová entrega a los hebreos en manos de sus enemigos para que sean derrotados en sucesivas batallas hasta que ambos reinos son destruidos.

El primero en caer es el Reino de Israel, a manos de los asirios. Hasta aquí llegamos la última vez que hablamos sobre la Biblia. Dejamos a los nuevos inquilinos del Reino del Norte siendo devorados por leones por no conocer el uso del dios del país.

El Reino de Judá resiste un poco más, porque algunos de sus monarcas son justos. Pero finalmente también cae, a manos de los babilonios.

Tiempo después, Babilonia cae, a su vez, a manos de los persas. Por ende, los persas se apropian de todos los territorios ocupados por los babilonios, incluido el Reino de Judá.

El rey persa que quita del tablero a Babilonia es Ciro el Grande.

Lo sucede Cambises II.

A este lo sucede Esmerdis.

A este lo sucede Darío el Grande.

Y a este lo sucede Jerjes, que en la Biblia es llamado Asuero.

Jerjes es el mismo rey que combate contra Leónidas de Esparta en la Batalla de las Termópilas. Es decir, el pelado gigante y afeminado con la jeta llena de cadenitas de oro en la película 300. De modo que, si lo prefieren, pueden imaginarlo así: como Rodrigo Santoro agrandado por computadora.

Una mañana, Jerjes se levantó, se miró en el espejo y dijo:

—Soy un rey de la puta madre. Voy a hacer una fiesta en mi honor.

Y como era un rey de la puta madre, hizo una fiesta de la puta madre: de ciento ochenta y siete días. E hizo ostentación de todas sus riquezas. El último día, le dieron ganas de exhibir a Vasti, la reina, engalanada con la diadema real, para que todo el mundo viera lo buena que estaba. Y mandó siete eunucos a que la llamaran. Pero Vasti se negó a presentarse ante él, porque no le cabía ser tratada como una mujer objeto.

Entonces, Jerjes se re calentó y preguntó a los sabios de su reino:

—¿Qué hago con esta yegua? (1)

Y los sabios respondieron:

—Mirá, rey, lo que hizo la reina es una cagada. Porque ahora, cuando se enteren, las minas del reino la van a tomar de ejemplo. De la más grande a la más chica, todas van a decir: «Si la reina no le da bola al mismísimo rey, mirá si yo le voy a dar bola al perejil de mi marido…». Esto nos perjudica a todos los hombres del reino. Así que ponete las pilas, rey, y rajala a la mierda. Para que las minas se la piensen dos veces antes de faltarles el respeto a sus maridos. (2)

A Jerjes le gustó la idea, y ahí nomás firmó un edicto para rajar a Vasti y envió cartas a todas las provincias del reino anunciando su decisión.

Después, se organizó un casting para elegir una reina nueva. Como Jerjes era un rey de la puta madre, se hizo un casting de la puta madre: se nombraron comisionados en todas las provincias para que reunieran a todas las vírgenes jóvenes que estuvieran buenas. Una vez recolectadas, fueron enviadas a la capital del reino, a la casa de las mujeres, que estaba a cargo de Hegeo, eunuco del rey. Antes de presentarse ante Jerjes, cada una de estas chicas debía pasar doce meses de preparativos para su purificación: seis meses con ungüento de mirra y seis meses con especias aromáticas. (3) Imagino un montón de minas con olor a provenzal.

Entre los hebreos que ahora vivían bajo el dominio persa, estaban Mardoqueo y su prima Ester, huérfana, a quien él había criado. Ester fue una de las minitas seleccionadas para el casting, porque daba con el perfil requerido. Y fue la que Jerjes, finalmente, eligió como reina.

A pedido de su primo, Ester mantenía en secreto su origen hebreo. (4)

Desde que Ester era reina, Mardoqueo se pasaba todo el día sentado en la puerta del palacio de Jerjes (5) —no sabemos de qué carajo vivía este hombre—. Así se enteró, una vez, de que dos centinelas planeaban atentar contra la vida del rey. Envió mensaje sobre esto a Ester, y ella alertó a su marido. De modo que los centinelas fueron ahorcados y el suceso fue escrito en el libro de las crónicas reales.

Después de estas cosas, el rey engrandeció a Hamán, hijo de Hamedata, poniéndolo por encima de todos los príncipes que tenía. Por lo cual, todos los siervos del rey que estaban en la puerta del palacio se arrodillaban y postraban ante Hamán, porque así había mandado el rey acerca de él, pero Mardoqueo no se arrodillaba ni se postraba. Y cuando Hamán vio que Mardoqueo no se arrodillaba ni se postraba ante él, se llenó de cólera. Pero le pareció poco castigar solamente a Mardoqueo. Habiéndosele informado cuál era el pueblo del rebelde, deseó destruir a todos los hebreos que hubiera en el reino.

A tal fin, habló con Jerjes.

—Che, rey —dijo—, hay un pueblo diseminado por todas las provincias de tu reino que tiene leyes distintas a las de todos los pueblos. Esta gente no respeta tus leyes. ¿Qué te parece si los hacemos cagar?

—¡Lo que vos digas, amigo! —exclamó Jerjes.

—¿No te firmás un edicto ordenando que sean destruidos? —dijo Hamán.

—¡Pero firmalo vos, papá! —dijo Jerjes—. ¡Si sabés que hay confianza! Tomá, te doy el anillo con el que sello los documentos. —Se lo quitó del dedo y lo lanzó hacia Hamán—. ¡Atajá! Quedátelo, cualquier cosa te lo pido. (6)

Hamán, pues, redactó un edicto mandando exterminar a todos los hebreos del reino, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, en un mismo día, el día trece del mes duodécimo, que era el mes de Adar, y saquear sus bienes. Y se enviaron copias del escrito, selladas con el anillo del rey, a todas las provincias.

¿Logrará el despreciable Hamán salirse con la suya?

¿Serán aniquilados los hebreos del reino?

¿Se descubrirá el origen hebreo de la reina?

Lo veremos en el próximo capítulo.


(1) Ester 1:15
(2) Ester 1:16-20
(3) Ester 2:12
(4) Ester 2:10, 20
(5) Ester 2:19; 5:9, 12, 13; 6:10
(6) Ester 3:8-11

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