domingo, 7 de agosto de 2011

EL PRIMER SUICIDIO DE MI MADRE

   Año 1985.
   Mis padres aún estaban juntos.
  Aún dependíamos económicamente de mi abuela. O eso decía mi madre. Yo me juego el prepucio que no tengo a que si recortábamos gastos, hubiésemos podido deshacernos de la influencia nefasta de esa vieja arpía. Pero bueno, yo era un niño y no puedo estar seguro de esto. Démosle el beneficio de la duda a mi madre.
  Mi madre y su madre tenían una mala relación. Tensa, de conflicto constante, de manipulación por parte de mi abuela, de sumisión por parte de mi madre. Mi madre y mi padre también tenían una mala relación, en la que el sumiso era mi padre. Y entre los tres —abuela, padre, madre— formaban un triángulo, lo que en psicoanálisis transaccional se llama un juego de roles. Mi abuela era el victimario, mi madre la víctima, mi padre el salvador.
   Mi abuela y mi madre se peleaban por teléfono muy a menudo. Y cada vez que lo hacían, mi abuela amenazaba con dejar de pasarnos el dinero que nos pasaba —que tenía que ver con una empresa de mi ya en aquel entonces fallecido abuelo—. Mi madre se desesperaba y le imploraba que no lo hiciera. Le pedía perdón por cualquier cosa que le hubiese dicho. Pero mi abuela cortaba la comunicación telefónica.
   Mi madre se desesperaba aún más y, compulsivamente, llamaba una y otra vez a mi abuela. Y una y otra vez mi abuela cortaba la comunicación, dejándola con la palabra en la boca. Así hasta que mi madre le pedía a mi padre que interviniese. Mi padre, a disgusto, accedía. Llamaba por teléfono a mi abuela e intercedía por mi madre.
   —Sí, pero usted sabe cómo es Susana cuando se pone mal… No quiso decirle eso, no es eso lo que piensa realmente. Ella está mal por otros motivos.
   Y luego de larga charla, lograba la reconciliación.
   Este era un juego que se repetía muy seguido. Como un gag del Chavo o del Agente 86, un chiste recurrente. Ha habido varios de ese tipo a lo largo de mi vida familiar. A veces me ha parecido oír risas grabadas de fondo.
   Pero el día en particular del que quiero hablarles, sucedió algo distinto.
   Yo tenía siete añitos.
  Primera y única vez que vi a mi padre ponerle límites a mi madre. El mismo juego de siempre: madre y abuela discuten, abuela se enoja y amenaza con no alimentarnos más, corta la comunicación, madre llora a los gritos, intenta comunicarse desesperadamente, abuela vuelve a cortar la comunicación una y otra vez, madre implora:
   —¡Por favor, Osvaldo, ayudame! ¡Llamala! ¡Decile que me perdone! ¡Que no nos deje en la calle! ¡Te lo ruego!
   Imprevisto: padre hace algo distinto a lo que se espera de él y modifica el curso de la historia, como Michael Fox.
  —Es tu madre, Susana. Es problema de ustedes dos. Arréglenlo ustedes.
   Pausa. Incredulidad.
   —¡¿Qué?!
   —Lo que escuchaste, Susana. Es problema de ustedes. No me metan a mí en el medio.
   La cara de mi madre se transfigura. Pausa grave.
   —No puedo creer lo que estoy escuchando, Osvaldo. Vos también vivís en esta casa. Vos también comés del dinero que nos da. También es tu problema. Y si vos ganaras más dinero, no tendríamos que depender de ella.
   Así comenzó la discusión. Terminó con mi madre llorando a los gritos, insultando a mi padre, exigiendo el divorcio. Y mi padre retrocediendo, tratando de calmar la situación.
   Yo estaba presente, mirando todo con ojos grandes. Era la primera vez que mis padres se peleaban.
   —¡Me voy! —dijo mi madre.
   —¿Adónde? —preguntó mi padre.
   —A caminar —dijo ella.
   Afuera llovía. Mamá tomó mi mano y me dijo:
   —No te preocupes, hijito: no me voy a suicidar.
   Hasta ese momento, jamás se me había ocurrido semejante cosa: que mi madre fuera capaz de quitarse la vida. Bastó que mi madre dijese lo que dijo, para que mi imaginación hiciese el resto. Mamá se fue. Estuvo ausente por un tiempo que no sé precisar. Veinte minutos, una hora, varias horas. Sólo sé que a mí me pareció una eternidad. Y que estuve esperándola en el living hasta su regreso.
   Siempre pensé en esta historia en términos de víctima y victimario. Mi madre era la mala de la película. Mi padre, un pobre tipo. Recién hace un año tomé plena conciencia de que el asunto era más complejo que eso: eran dos personas con un vínculo insano. Y me di cuenta de otra cosa.
  ¿Dónde estuvo mi padre durante la ausencia de mi madre? En mi recuerdo estoy solo en el living. Pero cuando mi madre regresó, mi padre le reprochó:
   —Mirá cómo está tu hijo.
   ¿Dónde estuvo mi padre durante mi angustia? ¿Por qué no me consoló?
   Yo creo que sé por qué.
  En ese momento, como yo, mi padre era un niño sufriendo el desamparo.

13 comentarios:

  1. Ay dios...
    Guillermo, a usted muchos mimos.

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  2. Jajaja... Bueno, gracias por los mimos, Gabriela. Se los paso al niño ese que fui.
    Gracias por pasar.

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  3. La imagen de espera en el living, es muy triste. Igual que el relato en general. ¡Snif!



    (Entre el 27 y el 30 de diciembre, según dicen , se vivirá el prólogo del fin. Por eso es muy importante la entrevista con ese extraño sujeto.) Jjaa Saludos Guille !

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  4. Guille: me gustó...pero me quedé sin palabras!

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  5. Uh si tuvieramos que empezar a contar cada encontronazo de esos sobre nuestra infancia...
    Por suerte a mí no me tocó desde tan temprana edad, ponele que recién a los 10 empecé a sufrir los conflictos de mis viejos, y a los 13 fue el principio del fin. Igualmente, más allá de esas cosas feas, rescato más los momentos felices. Esos los tengo bien presentes :)
    Gracias por pasar Guilloteeee!
    Seguiré esforzándome por esos centésimos.
    Beso!

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  6. a veces, creo que la psicología es literatura. no lo dejé de creer mientras te leía.
    excelente, me conmoví mucho con la escena final.
    (y a mí también me pareció escuchar risas grabadas de fondo en situaciones repetidas de mi casa)

    un abrazo muchacho!

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  7. me gustó, me chocó, me conmovió!
    Creo que el más desprotegido fuiste vos. Tu abuela la manipuladora de hilos. Tenía poder y era conciente de eso. Tu vieja entre la espada y la pared... y a tu viejo le ganaban las circunstancias.

    No tenemos que discutir sobre discusiones, pq estoy más q de acuerdo con tu opinión guille!
    Las discusiones siempre me hacen crecer, las peleas me duelen.
    Beso gigante!

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  8. Bueno, aquí estoy.

    Lunática: Snif... Ya pasó.
    No sabía que entre el 27 y el 30 de diciembre se vivirá el prólogo del fin. ¡¿Qué pasa que Roberto P aún no se contactó conmigo?! ¡Es que no soy uno de los elegidos! Anteayer me robé un bocadito Marroc. Debe ser por eso.
    ¡Saludos y gracias por pasar!

    Karina: ¿Te quedaste sin palabras? No digas nada. Ponete un abrazo de mi parte y gracias por pasar.

    Frestón: :) Para Usted, nunca menos que esto.

    Gabba: ¡Bienvenida, tanto tiempo! Yo también rescato los momentos felices de mi infancia, no crea. Pero lo feo es más literario, ¿vio?
    Siga esforzándose por esos centésimos, pero tampoco exagere. Que no se le vaya la mano.
    ¡Beso!

    mflorencia: La psicólogía y la filosofía son ramas de la literatura. Y viceversa.
    Gracias por el elogio. Muy lindo viniendo de parte de alguien que escribe lindo como Usted.
    Me debés tus anécdotas de risas grabadas.
    ¡Abrazo, muchacha!

    wonderwall: Gracias.
    Desprotegidos estábamos todos, creo yo. Incluida mi abuela. No por eso, dejaré de definirla como hija de puta; pero ella, de algún modo, también era una víctima. Y, en definitiva, era una mujer que no sabía relacionarse sanamente con nadie.
    Mi vieja entre la espada y la pared... La necesidad no era tanta, insisto. Había salidas más dignas. Y si te cuento como fueron los años siguientes al divorcio de ellos... Algo hay en mi blog sobre el tema. Y algo más postearé en un tiempo.
    A mi viejo lo mataron las circunstancias. Jajaja... Esta risa (aclaro por que no la oís) tiene algo de ironía y humor, pero bastante de amargura.
    No discutamos sobre discusiones, pues.
    Beso gigante para vos también y gracias por pasar.

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  9. Tardé en aceptar que era una historia real y no un cuento..es triste pero es bueno contarlo, desahoga..

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  10. Sí, desahoga. E intento hacer algo estéticamente agradable con algunas de esas vivencias de mierda. Una especie de alquimia.
    ¡Saludos y gracias por pasar!

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