Debe haber sido un milagro.
—Hace tiempo que no se la ve a su hija por el mercadito… —le dije.
—¿A cuál? —me preguntó.
—A la más alta —respondí—. La de pelo castaño que tiene unas tetas así que dan ganas de chuparlas media hora.
—Ah, Mariana…
—Espero que no lo tome a mal, pero qué buenas tetas que tiene su hija…
—Y… Salió al padre…
Nos reímos. Me dio miedo de haberla ofendido.
—No es por desmerecer a la petisa, eh… —le dije—. También está para darle, pero la otra es más mi tipo…
—Qué se le va a hacer…
—Y no nada más de adelante… De atrás también está bárbara su hija… El otro día estaba mirando una porno y me acordé de ella. Había una puta que tenía el culo como el suyo, todo redondo y paradito. Ojo, el de su hija está mejor; pero éste se le parecía muchísimo. Entonces me dije: «Hace tiempo que la hija de Doña Estela no pinta por el mercadito…».
—Es que estamos en época de parciales. Se la pasa estudiando todo el día.
—¿Qué está estudiando?
—Odontología.
—Va a ser una gran odontóloga su hija. Con ese culo, en cualquier cosa que haga le va a ir bien.
Miró hacia el cielo.
—Dios te oiga… —dijo.
Proseguí.
—Cómo la extraño a su hija… Me alegra las mañanas cuando viene al mercadito. Y más cuando me toca llevarle el pedido a mí. Ella siempre va adelante y yo aprovecho para mirarle el culito. Encima lo sabe mover, la muy puta… Para mí que eso lo aprendió de usted.
Se rió.
—Una hace lo que puede… —dijo.
A esta altura ya me sentía en confianza.
—No sabe las ganas que tengo de hacerle el orto a su hija —le dije—. Usted que la conoce, ¿entrega o no entrega?
—Y… ¿Qué te puedo decir?… Tendrías que preguntarle a ella…
—Es que me da un poco de vergüenza, ¿sabe? Si al menos supiera que tengo alguna esperanza…
—Con probar no se pierde nada… —Llegamos a la casa—. Bueno, gracias por todo, Marcelo.
—Gracias a usted, doña, por el consejo… Ahora, en una de esas, me animo y le pido el culo a su hija.
—Vas a tener que esperar a que terminen los parciales.
—Y bueh… me tendré que hacer la paja…
Nos reímos. Nos saludamos y me fui tranqueando despacio.
Para mí que la hija no entrega, pero Doña Estela no me quiso desanimar. Lo sospeché cuando en la esquina me di vuelta y la sorprendí mirándome desde la puerta.
Sonreía con melancolía. Parecía una imagen de la virgen.
muy bueno Guillermo. Y muy bueno el blog también.
ResponderEliminarAbrazo!
¡Muchas gracias! Por el comentario y por pasar.
ResponderEliminarAbrazo grande.
gracias por invitarme a pasar guillermo, tanto tiempo sin panchuchos pueden volverme loco, un abrazo!
ResponderEliminarFernando: ¡Panchucho ha muerto!
ResponderEliminar¡Abrazo!