domingo, 15 de enero de 2012

TRES SUEÑOS AJENOS Y UNO MÍO

   El primero es de Germán P. Era un sueño recurrente que tenía de púber. Una pesadilla. El contenido era muy sencillo. Tal vez les recuerde a mi sueño con vacas.
   Un patio. Germán P lo ve como si fuese desde una cámara fija. No hay nadie, ni siquiera él mismo. Él sólo es espectador de lo que sucede.
   ¿Qué sucede?
   Poco, pero raro.
   Hay un cordel para tender la ropa. Sin nada, desnudo. De la nada, cerca de una de las paredes, pendiendo del cordel, aparece un globo. Yo lo imagino azul. No sé por qué. Ustedes imagínenlo del color que prefieran. El globo se traslada, vaya uno a saber cómo, a través del cordel, hasta la otra pared. Y cuando la toca, se derrite y se vuelve negro, como si se quemase. Se desprende del cordel y cae al piso. Esto se repite. Los globos van desfilando, de a uno, y van formando un montículo junto a la pared que los quema.
  Así hasta que Germán P no soporta más la sensación de espanto y despierta, agitado.
  Este es uno de esos sueños en los que el contenido explícito no se condice con la sensación de fondo. Probablemente, porque la sensación se corresponde con el significado oculto del sueño, con el contenido latente, como lo llamaba Freud, del cual el contenido manifiesto no es más que un símbolo. A pesar de que la imagen de los globos quemándose y apilándose no es agradable, el horror de Germán P no se explica, es desproporcionado.
   Yo he tenido sueños de este tipo, en los que la relación entre contenido y sensación no es coherente. El más llamativo fue el siguiente, que tuve en mi adolescencia.
   Estoy en el entierro de mi bisabuela, que en aquel entonces —en la realidad—, estaba viva. El lugar está lleno de gente acongojada. Yo tengo una servilleta atada al cuello y, en las manos, un cuchillo y un tenedor. Estoy impaciente y de mal humor, deseando que la gente se vaya pronto, para poder comer un pedazo de la pierna de mi bisabuela.
  Al despertar, mi sensación era de insatisfacción, de frustración. Sospecho que el contenido latente de este sueño es de índole sexual.

   El segundo sueño ajeno es de Sebastián C, compañero de escuela de Germán P y mío. Es el Lautaro de mi novela.
   Sebastián C está sentado en la oscuridad más absoluta. No está seguro de que su asiento tenga respaldo. Se siente incómodo, pero no se anima a reclinarse por miedo a caerse hacia atrás. Finalmente, decide hacer la prueba.
   En la realidad, Sebastián C estaba sentado en el borde de la cama. Se arrojó hacia atrás como los hombres rana.
   Dormía en una cama de dos pisos.
   En la de arriba.

   El último sueño es de Manuel G, un antiguo compañero de laburo del cual volveré a hablar en algún momento.
   Manuel G está cogiendo con una mina. Ella en cuatro patas, el dándole de atrás. La mina tiene un culo espectacular. Voltea la cabeza para mirarlo. Tiene la cara de su padre.
  Eso es suficientemente impactante; pero para que el relato cause el efecto completo, tenemos que saber cómo era el padre de Manuel G.
   ¿Vieron El Zorro?
   Imagínense al sargento García.

13 comentarios:

  1. jajajaja el sargento García noooo jajajaja!

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  2. El de los sueños es siniestro por la repetición y la falta de personas. Se entiende el espanto.

    Taluego,
    d.

    (¿qué era eso de que me encontraste en el trabajo?)

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  3. (el de los "globos" -suerte que entendiste; escribí el comentario muy apurada)

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  4. Yo lo imaginé amarillo.

    El de Sebastián C me hizo acordar mucho mucho a Acuerdo para cambiar de casa.
    Pienso, entonces, que tuvo suerte al caer de la cama y despertarse de sopetón. Esa sensación de buscar respaldo y no encontrarlo te puede joder en serio el día.

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  5. Me imagino un corto hecho con esos sueños, sin que nadie hable, sin que los objetos o movimientos produzcan algún sonido, con el sonido que escuchas cuando te pones una caracola en la oreja como fondo músical.

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  6. Buenas... Me siento muy identificada con la pesadilla de los globos, solía tener un sueño sin sentido que me llenaba de vértigo y frustración... aunque, la verdad, me imagino todo el sueño en blanco y negro.
    Te estoy leyendo... saludos.

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  7. Karina: Sí, el sargento García: ni más ni menos.

    diana bz: OK, es siniestro. Pero como pesadilla es berreta, de bajo presupuesto. Es un sueño clase B.
    Talueguito.

    diana bz II: Sí, entendí, profe: tómelo con calma.
    Gracias por pasar.
    Un gusto siempre leerte.

    Café (con tostadas): ¡¿Hay un psicólogo en la sala?!
    ¡¿Por qué esta chica imaginó el globo de color amarillo?!
    ¡¿Es eso señal de algo malo?!
    ¡¿Es conveniente que le permita permanecer en el lugar?!
    La casa de reserva el derecho de admisión y permanencia.
    ¡Qué lindo comentario, piba! ¿Te gusta Gambaro? Te cuento que el sueño de este muchacho siempre me recordó a las locas de «Acuerdo para cambiar de casa» y al deseo insatisfecho de apoyarse en un respaldo.
    ¡Abrazo grandote y gracias por pasar!

    Melissa: ¡Hola! ¡Me encantó tu comentario! Así como lo planteás, el cortometraje me da miedo. Me encanta lo del sonido de caracol en la oreja. Eso, con las imágenes, me hace pensar en el video de «La señal». El que la gente veía y después cagaba fuego.
    ¡Gracias por pasar!
    ¡Bienvenida!
    ¡Abrazo!

    Dana Eva: ¡Bienvenida! Contame, si tenés ganas, en qué consistía tu sueño sin sentido. Por acá o por el mail que aparece en mi perfil.
    ¡Gracias por leerme!
    Saludos.

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  8. ¿Ves que sos bardero?

    Sí, me gusta Gambaro.
    Bueh, sus obras, en realidad.
    Ella me resulta casi pintoresca.

    Coincidimos en el recuerdo, entonces.

    Por nada, che.

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  9. ¡Soy bardero de mentiritas, nena!

    Yo, en teatro, hice «Decir sí», de Gambaro.

    Coincidimos en la asociación, síp.

    No, por nada no: es un gusto para mí que pases por acá.
    Abrazo grande.

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  10. 'bardero de mentiritas', ¡las cosas que hay que leer!

    Epa... ¿Hombre o peluquero?
    Tremenda obra, Decir sí.

    (¿Con cual de las locas de Acuerdo... te llevás mejor?)

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  11. ¡Sí, sí, sí: bardero de mentiritas!

    Hacía del hombre. Y si me guío por las reacciones del público, he de decir que me salía muy bien. En parte era porque no me costaba entender al personaje, me sentía un tanto identificado con él. Con su dificultad para decir no y para autoafirmarse.

    La verdad es que no me Acuerdo de los personajes se Acuerdo... Recuerdo el tema del respaldo y que una de las locas tenía un perro de juguete. Porque Acuerdo... no es una de las obras que más me gustó de ella.
    Una de las que más me gusta es El miedo. ¿La conocés?

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  12. Aha, aha.

    Ok, mirá vos, ¡qué bien! y ¿como cuántos años tenías cuando interpretabas al hombre?

    El miedo. No, no la tengo. Ya me pondré en campaña para resolver eso.

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  13. Cuando interpretaba al hombre tenía como... veinticuatro, veinticinco años.

    ¿No tenés miedo? Ahora lo tenés.

    ¡Abrazo!

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