La señora malhablada solía andar por calle Corrientes. Deambulaba por el área que va desde Callao hasta la 9 de Julio. Tal vez alguno de ustedes la haya visto. Vestía mal e iba despeinada: era una indigente. Y todo el tiempo gritaba.
Una vez, quien era mi novia en aquel entonces me estaba esperando en Corrientes y Callao; habíamos acordado esa esquina como punto de encuentro.
Pero la señora malhablada se me adelantó. Se le plantó al lado y los gritos que ya venía profiriendo comenzaron, al menos en apariencia, a dirigirse a ella.
—¡No sabés coger! —le dijo—. ¡Por eso le chupás la pija!
Se imaginarán la situación incómoda que significó esto para mi ex. En plena Corrientes, con todos los transeúntes mirando la escena entre sorprendidos y divertidos. Además, doy fe de que lo que decía la señora era falso. Ella sí sabía coger, y lo hacía muy bien. Así que si me la chupaba no era para compensar un mal desempeño amatorio.
La señora siguió gritándole cosas por el estilo y, poco antes de que yo llegara, se fue. Así que ni siquiera tuve oportunidad de rebatir sus argumentos. Sólo pude consolar a mi ex por el mal trago que ella había pasado. Después nos cagamos de la risa y la cosa quedó como anécdota y chiste recurrente por mucho tiempo.
Otra vez la encontré solo. Yo salía de una imprenta de calle Paraná. Si alguna vez escribo «Gente estúpida y deshonesta que he conocido», les hablaré sobre la mujer que atendía ese local. La rubia conchuda, como solíamos apodarla con mi ex. Pero bueno, volviendo al tema que hoy nos trae a este espacio virtual: la señora malhablada estaba gritando en la vereda de enfrente. Me detuve y la miré fijo hasta establecer contacto visual, sabiendo que se me vendría al humo a gritarme a mí. Y eso fue lo que pasó.
Cruzó Paraná. Pasaba un taxi. Lo señaló.
—¡Ese! ¡Ese hijo de puta! ¡Ese hijo de puta se llevó a mi hija!
No dejé de mirarla a los ojos. No me pregunten por qué lo hice: es el diablo que hay en mí. Los demonios de la perversidad de Edgar Allan Poe.
—¡A esa puta! ¡A esa puta desagradecida! ¡Que me dejó sola! ¡A mí que la parí! ¡Me rompió la concha cuando la parí! ¡Me rompió las entrañas! ¡Así me dejó el cuerpo!
Se lo señaló.
No volví a ver a la señora malhablada. Seguramente ha muerto de una forma triste y solitaria, como suele suceder en estos casos.
Yo anoche te comenté esta entrada, y se borró todo, y me dio mucha bronca.
ResponderEliminarTe conté que me encontré una señora malhablada en Cochabamba, que no le dejó de gritar a un vago de la calle, durante toda una tarde que pasé en la plaza sentada después de haber caminado de punta a punta la ciudad.
El deber llama. A estudiar en este bello domingo que indica que haga todo lo contrario.
Un abrazo!
Wowww si que hay gente rara!
ResponderEliminarsoy algo cobarde, así que cuando me voy a cruzar con algún personaje parecido a esa señora, camino más rápido, me cruzo de vereda, esas cosas...
si, soy una rata cobarde
Soy: ¡Lo lamento! ¡Maldito Blogger! Y seguro que el comentario anterior era más largo y detallado, ¿no? ¿O me equivoco?
ResponderEliminarContame qué le gritaba tu señora malhablada de Cochabamba al vago y por qué.
¿Dónde queda Cochabamba? ¿Qué tal es?
Que hayas estudiado mucho.
¡Un abrazo y gracias por pasar!
Karina: Si hasta acá te pareció gente rara, te aviso que aún faltan los peores.
No sé si es que sos rata o cobarde —o rata cobarde—. Tal vez, simplemente sos normal. Y el raro soy yo que me los quedo mirando.
¡Gracias por pasar!
Por acá no tenemos viejas malhabladas, a lo sumo tenemos, bah, teníamos, hoy quedan muy pocos, viejos medios locos que algo te podían llegar a decir.
ResponderEliminarUno una vez me dijo "jugale al 343" y como pensé que no hay loco sin suerte iba a jugarlo a la Quiniela hasta que me enteré de que a todo el mundo le decía lo mismo. Otra vez una vieja, saliendo de la secundaria, me dijo "parecés un soldado alemán" y al día de hoy que me sigo riendo cada vez que paso por ahí.
Saludos atrasados por el aniversario del blog.
Fijate si seré colgado que comenté en una entrada del AÑO 2011, a la que llegué por el Face, ¿a dónde iré a parar?
ResponderEliminar¡El viejo le decía "jugale al 343" a todo el mundo, pero tal vez el mensaje era sólo para vos!
ResponderEliminar¡Gracias por el saludo, soldado alemán!
Y me alegro de que hayas caído en esta entrada antigua. ¡No es que seas colgado! ¡Justamente, estoy publicando cosas viejas en el Facebook para que las lean!
Siempre es un gusto leerte.
Abrazo y gracias por pasar.